Socialistas de todos los partidos

Blog inspirado en el libro "Camino de servidumbre", que Hayek dedicó a los socialistas de todos los partidos. Socialismo entendido como colectivismo, como sumisión del individuo al grupo, en aras de hermosos ideales que no sólo en su sueño producen monstruos.

sábado, julio 22, 2006

Maniqueísmo 1: la creación del mundo

Dicen que la Historia la escriben los vencedores. La Iglesia no atraviesa hoy sus mejores horas pero durante siglos ha sido una formidable competidora para las demás religiones, a las que consiguió fagocitar (culto a Mitra) o denigrar y de ahí el matiz negativo que tienen hoy día palabras como herejía, pagano, judiada, ladino, o maniqueo. Usamos maniqueísmo como sinónimo de simplismo o cerrazón, ignorando que el maniqueísmo fue una religión que durante dos siglos compitió seriamente con el cristianismo y que desarrolló un cuerpo doctrinal complejo y elaborado. Combinaba características del judeocristianismo, el budismo, el gnosticismo, las religiones iranias y la astrología.

Su fundador, el persa Manes o Mani, (210-276), anunció que era el Paráclito prometido en el Nuevo Testamento, el Último Profeta y el Sello de los Profetas, último de una serie de hombres enviados por Dios que incluía a Set, Noé, Abraham, Shem, Nikotheos, Henoc, Zoroastro, Hermes, Platón, Buda y Jesús. Es curioso que en el segundo libro de Henoc se afirme que las almas de los justos al morir se convierten en astros, lo que prefigura parte de las creencias maniqueas.

Para un cristiano de creencia o de cultura la doctrina maniquea es todo un desafío. Supongo que todos nos hemos preguntado alguna vez por qué Dios creó al hombre, por qué puso un árbol de la ciencia del bien y del mal en el Edén si el hombre no debía comer de él, y por qué no iba a querer Dios que el hombre discerniera el bien del mal. Por qué mandó a Jesús a morir. Por qué existe el mal y cómo que Dios lo permite. Pues bien, las respuestas maniqueas a estas preguntas son una alternativa interesante a las cristianas que todos conocemos. Para todos los interesados en religión, filosofía o mitología:

El maniqueísmo es dualista; cree en la existencia de dos potencias divinas, una de la Luz (Ormuz) y otra de las tinieblas (Ahrimán). El mal no es simplemente la ausencia de bien, sino que posee existencia propia. En cambio, el cristianismo condena el dualismo y mantiene que existe un sólo Dios, mientras que el mal no proviene de una divinidad comparable en poder con Dios, sino de la combinación de un ángel caído y del libre albedrío humano. Esta solución es bastante chapucera, y no da respuesta a la pregunta de por qué un Dios omnisciente y todopoderoso creó a los ángeles y a los humanos, aún sabiendo que así daba pie al nacimiento del mal.

En el principio existían dos reinos, el de la Luz y el de las Tinieblas, ambos perfectamente separados, ambos sin origen, siendo ellos mismos los orígenes. El reino de la Luz está presidido por el Padre de la grandeza, y a ese reino pertenecen "los cinco Sh´kinas: Inteligencia, Conocimiento, Pensamiento, Deliberación, Resolución. El principio maligno es llamado "Rey de las Tinieblas" y mora en su tierra de Tinieblas rodeado por sus cinco Eones (o "Mundos"), el Eón de Humo, de Fuego, de Viento, de Agua y de Tinieblas." Para el maniqueísmo la materia pertenece a las tinieblas, al mal, mientras que los dones positivos de tipo espiritual son inmateriales y pertenecen a la luz, al bien.

El Dios cristiano, también eterno y él mismo el origen, decidió un buen día crear la materia, sin que tengamos muy claro por qué. En cambio, la Luz "lejos de considerar la existencia de las Tinieblas como un desafío, no desea nada sino la separación y no tiende, ni benevolente ni ambiciosamente, a iluminar a su opuesto. Ya que las Tinieblas son lo que están destinadas a ser, y abandonada a su propia suerte, ella realiza su naturaleza de la misma forma que la Luz realiza la suya." La Luz es autosuficiente, desea brillar sólo para sí misma y no también para lo que carece de ella, y dejada a su propio consejo permanecería sin tentarse a lo largo de la eternidad. No es pues la Luz la que inicia la mezcla del bien y el mal, ya que ella es inmutable y perfecta, no necesita ni desea nada externo a sí misma. "Ahora, si la separación dualista es el estado normal y satisfactorio de la Luz, entonces en lugar de una caída desde arriba, debe ser un alzamiento desde abajo el que ponga el destino en movimiento. El comienzo, entonces, yace en la profundidad y no en la altura". Es el mal el que provoca la creación del mundo material, el que causa el confinamiento de la Luz en las Tinieblas.

"¿Qué motivó a las Tinieblas para alzarse y pelear contra la Luz? En términos de ocasión externa: la percepción de la Luz, que hasta el momento había sido desconocida para ella. Para alcanzar tal percepción, las Tinieblas tenían que llegar primero a sus propios límites exteriores; y hacia ellos fue empujada en algún momento durante el curso de la guerra interna en la que las pasiones destructivas de sus miembros estaban continuamente trabadas. Ya que la naturaleza de las Tinieblas es odio y contienda, y debe satisfacer esta naturaleza contra ella misma hasta que el encuentro con la Luz presente un objeto mejor y externo."

"Durante el transcurso de la guerra ellos vinieron, algunos perseguidos y otros persiguiendo, hasta los límites de la Luz, y cuando ellos contemplaron la Luz -una visión gloriosa y maravillosa, muy superior a la suya- les complació y se maravillaron ante ella; y se reunieron "toda la Materia de las Tinieblas" y deliberaron cómo podían mezclarse con la Luz. Pero por el desorden de sus mentes, no se dieron cuenta que el fuerte y poderoso Dios moraba allí. Y ellos se esforzaron en elevarse hacia las alturas, porque nunca habían recibido un conocimiento del Bien y de la Divinidad. Así, sin entender, ellos lanzaron una insensata mirada de codicia por el espectáculo de esos benditos mundos, y pensaron que todo podría llegar a ser de ellos. Y llevados por la pasión dentro de suyo, ahora deseaban con todas sus fuerzas pelear contra ella para así atraerla hacia su poder y mezclar con la Luz sus propias Tinieblas."

"Dios no tenía nada maligno con que castigar a la Materia, ya que nada maligno hay en la casa de Dios. No tenía ni fuego que consume, con el cual lanzar truenos y rayos, tampoco agua sofocante con la cual enviar una inundación, ni hierro cortante o cualquier otra arma; ya que todo en él es Luz y sustancia (lit. "lugar") noble, y él no podía dañar al Maligno." Por ello fue necesario crear una nueva hipóstasis divina enviada por Dios al encuentro con las fuerzas de las Tinieblas, proceso que se repitió posteriormente en varias ocasiones, cada vez con distintos nombres: alma, hombre primigenio, amigo de la luz, gran arquitecto, espíritu viviente, etc.

"El archidemonio tomó a sus cinco elementos -el humo, el fuego que consume, las tinieblas, el viento abrasador, y la niebla- y se armó con ellos, y fue al encuentro del Hombre Primigenio. Después de pelear durante mucho tiempo entre ellos, el Archidemonio subyugó al Hombre Primigenio. Acto seguido el Hombre Primigenio se dio a él mismo y a sus cinco Hijos como alimento para los cinco Hijos de las Tinieblas, como un hombre que tiene un enemigo mezcla un veneno letal en una torta y se la entrega. El Archidemonio devoró parte de su luz [i.e.., sus cinco hijos, su armadura o escolta, llamada Alma] y al mismo tiempo lo rodeó con sus elementos y los de su clase. Cuando hubieron sido devorados por los Hijos de las Tinieblas, los cinco dioses luminosos fueron privados del entendimiento, y por el veneno de los Hijos de las Tinieblas, se volvieron como un hombre que fue mordido por un perro rabioso o una serpiente. Y las cinco partes de la Luz llegaron a estar mezcladas con las cinco partes de las Tinieblas. De los cinco elementos, el Dios de las Tinieblas tomó como botín al Alma noble y la encadenó en la impureza. Ya que él la había dejado ciega y sorda, y estaba inconsciente y confundida, tanto que al principio no conocía su propio origen."

"Pero el devorar tiene también un efecto en el que devora. No sólo desvía a las Tinieblas de su objetivo original, el mundo de la Luz, sino que además dentro de ella, la sustancia devorada actúa como un calmante, y, ya sea porque su deseo ha sido satisfecho o embotado, se ha detenido por este medio el ataque. La rendición del Alma a las Tinieblas no sólo aparta la amenaza inmediata al mundo de la Luz sino que, al mismo tiempo, da los medios por los cuales, al final, las Tinieblas son conquistadas. El objetivo de corto plazo se expresa con la idea de la "tentación" y del "veneno calmante"; el objetivo de largo alcance de este ardid (ya que el sacrificio es eso, aun cuando la deidad fuera forzada a hacerlo) yace en la idea de que la eventual re-separación significa la "muerte" de las Tinieblas, i.e., su reducción final a la impotencia. Por la mezcla, sin embargo, el Alma quedó sujeta a las afecciones de la Materia y contra su verdadera naturaleza, fue degradada a compartir el mal".

El Dios de la luz creó y envió al Espíritu viviente a salvar al Hompre primigenio. El Espíritu viviente lo cogió de la mano derecha sacándolo del combate (este es el gesto que rememoraban los maniqueos al saludarse dándose la mano derecha). Pero una parte de la Luz que había sido hecha prisionera no pudo salvarse, al estar demasiado mezclada con las Tinieblas. Y entonces el Dios de la Luz se vió obligado a crear el mundo como método de salvación de los restos de Luz cautivos, para permitir su separación. Para los maniqueos, todo ser vivo tiene encerrada Luz dentro de su materia, aunque los seres humanos tenemos mucha más que los animales, y estos que los vegetales. La materia que conforma el mundo viene de la piel, huesos y carne de los espíritus tenebrosos (arcontes) que devoraron el Alma del Hombre primigenio, y se debilitaron al hacerlo. El mundo material es pues la encarnación literal del mal.

"Aquella parte de la Luz devorada que está menos manchada fue purificada hasta hacerse "luz" en el sentido físico, y de las partes más puras son formadas el sol y la luna -las dos "naves"- y del resto, las estrellas. Por lo tanto, las estrellas, con excepción de los planetas, que pertenecen a los arcontes, son "resabios del Alma". Pero con esta organización macrocósmica sólo una pequeña porción de Luz es salvada, "el resto está todavía aprisionada, oprimida y manchada"; y los seres celestiales lamentan esto".

En resumen: las Tinieblas (el mal) y la Luz (el bien) existían desde siempre. Las Tinieblas envidiaron a la Luz, y lucharon contra ella, tomando parte prisionera. El Dios de la Luz, para salvar a la Luz cautiva y traerla de nuevo a casa, se vió obligado a crear el mundo material usando los cuerpos de los arcontes malignos que aprisionaban a la Luz en su interior. Pero la Luz (el alma, el espíritu) había quedado inconsciente y confusa tras la lucha y su mezcla con las Tinieblas (la materia), y no recordaba su origen ni su verdadera naturaleza. Dios tuvo pues que mandar un emisario a la Tierra para despertar a nuestros espíritus. ¿Os imagináis a quién envió?.

Pero la entrada se hace ya demasiado larga, continuaré mañana.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

impresionante y verdaderamente interestante

2:54 a. m.  

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