Me pide mi amiga Carmen (un beso) que no me limite a criticar el socialismo, y que admita que algún fallo tendrá el capitalismo. Pues sí, los tiene.
El capitalismo ideal sería aquel en el que la competencia es perfecta, la información está al alcance de todos y no hay barreras de entrada ni salida. Básicamente, un sistema en el que la libre competencia hace que se autoregule. Por lo tanto, si un empresario no sirve bien a los consumidores, otro empresario verá una oportunidad de negocio que aprovechar. Pero las cosas no siempre son tan sencillas, y cuando una empresa llega a ser lo bastante grande, es muy difícil competir con ella.
Ese es un fallo intrínseco del sistema capitalista, pero además existen numerosos problemas creados por la relación política-economía: las regulaciones excesivas y cambiantes, las licencias administrativas obligatorias, la burocracia, etc.
Y el llamado mercantilismo, que es aquel régimen en el que el poder político y el económico están estrechamente unidos, y el Estado favorece a determinados empresarios frente a otros que serían más competitivos. Este tipo de actuaciones pueden estar prohibidas, y de hecho las instituciones suelen velar por la libre competencia, pero en ocasiones son difíciles de probar y de evitar.
Otro ejemplo de connivencia entre política y economía que impide que el mercado y el comercio sean libres son los aranceles: tasas que deben pagar los productos extranjeros al cruzar una frontera para entrar en otro país, y que suponen un aumento de su precio y un ingreso para el Estado. Los aranceles sirven para proteger a los productores nacionales, pero perjudican a los consumidores (que pagan precios artificialmente altos) y a los productores extranjeros, que no pueden competir libremente. Los aranceles que impone la UE a muchos productos agrícolas extranjeros dificultan que los países pobres con mejores climas y mano de obra más barata puedan vendernos productos, y por lo tanto enriquecerse con el comercio. Pero por otro lado, sin aranceles y sin PAC (la política agraria común que se lleva la parte del león del presupuesto europeo) muchos agricultores y ganaderos europeos se irían al paro, ya que sólo las explotaciones intensivas y con mucha inversión de capital serían rentables. Eso sin hablar de la desertización del campo europeo. Es pues un tema complejo.
Lo mismo sucede con las relocalizaciones de empresas buscando mano de obra más barata y menos regulaciones. Seguramente se podrían intentar dificultar imponiendo aranceles a los productos elaborados fuera de la UE, pero esos países podrían obsequiernos con medidas recíprocas, con lo que el comercio internacional se vería dificultado, con el consiguiente empobrecimiento para todos. Además, la inversión internacional es fundamental para el desarrollo de los países pobres. Pero provoca paro en el mundo rico a corto plazo. Es otro tema complejo, porque además cualquier intento de dificultar mediante leyes la relocalización de empresas (las llamadas barreras de salida) tiene un efecto contraproducente, ya que disuade a muchas empresas de establecerse en España, temiendo no poder irse en un futuro si así les conviniera empresarialmente.
Otro tema que se suele criticar mucho al capitalismo, es que va buscando países con menores legislaciones laborales. Y aquí entra ya el tema de la libertad individual y de las elecciones disponibles. Todos sabemos por nuestras charlas familiares que muchos de nuestros abuelos o bisabuelos debieron trabajar desde niños. La niñez y la adolescencia prolongadas son un lujo que sólo las sociedades o familias ricas pueden permitirse. Además, sólo tiene sentido en un entorno en el que existen opciones para esos niños o adolescentes, es decir, un entorno en el que existe educación pública universal y gratuita. Nosotros nos hemos criado en una determinada visión del mundo, pero para la mayoría de las personas del planeta, un trabajo de 14 horas diarias en una fábrica con un salario varias veces inferior a la media occidental puede que sea de lejos su mayor opción, pues las demás puede que sean trabajar en el campo de sol a sol por una miseria y sin ninguna seguridad de poder recoger la cosecha, o mendigar, prostituirse o trabajar para empresas nacionales donde les paguen aún menos y les traten peor. Lo que quiero decir es que las personas solemos saber mejor que los demás lo que nos conviene en nuestras personales circunstancias. Y si las empresas no les pagaran menos de lo que tendrían que pagar en el primer mundo, no les saldría rentable invertir allí, con lo que ese país tendría menos posibilidades de ir enriqueciéndose hasta poder disfrutar de un mejor nivel económico (y por tanto, social, ya que todo el gasto social se sufraga con impuestos, y a más riqueza, más impuestos).
¿Quiere eso decir que me parecen bien las jornadas de 14 horas o el trabajo de gente de 14 años?. La cuestión no es que me parezca bien o mal a mí, la cuestión es que si esas personas lo aceptan, es porque lo ven lo mejor para ellos y porque las empresas multinacionales suelen ofrecer mejores condiciones de trabajo que las empresas locales. Eso no quiere decir que me guste la idea, y obviamente me siento afortunada de vivir en el primer mundo, pero tampoco es realista la idea que tenemos en Europa de que podemos mantener nuestro nivel de vida trabajando menos y menos horas cada vez. Y, de hecho, las personas que vienen a Europa desde países pobres, están tirando hacia abajo de salarios y de condiciones laborales, ya que están dispuestos a trabajar más por menos. Se puede intentar prohibir por ley que alguien trabaje más de 8 horas al día, pero la realidad se impondrá, y sólo se estará promoviendo el dinero negro y la economía sumergida. Lo que me lleva al tema de que el Estado del bienestar sólo es sostenible en unas determinadas condiciones, pero ese tema quizás lo trate con más profundidad en otra entrada.
En definitiva, me parece bien intentar proteger al débil de los abusos del fuerte, me parece bien que la justicia garantice el cumplimiento de los contratos, me parece bien que los contratos reflejen la realidad, pero también es cierto que si las regulaciones y los impuestos no cargaran tanto la creación de empleo, habría más correspondencia entre los papeles y la realidad.
De todos modos, normalmente los empresarios no tienen interés en que los empleados trabajen 14 horas diarias por una miseria, ya que buscarán trabajadores formados y motivados, y además, los trabajadores (al menos en los países ricos) no suelen estar dispuestos a aceptar unas condiciones tan desfavorables, y no aceptarán ese trabajo, o buscarán otro mejor en cuanto puedan, o bien (llegados un estado insoportable y generalizado) se organizarán para conseguir una legislación laboral que los defienda medianamente. Lo que, dicho sea de paso, no es posible en dictaduras como la china, en la que los trabajadores no tienen derecho a huelga, ni a casi nada. (De la situación de falta de libertad en China, también puede que hable otro día).
Básicamente, tengo una buena idea del capitalismo, ya que es el sistema que permite crear más riqueza, y que es más compatible con los sistemas de democracia liberal y con las libertades individuales. Además, es un sistema que permite que intentemos llegar tan lejos como queramos, cada uno con nuestras capacidades, nuestra iniciativa y nuestra visión de futuro. Para crear riqueza para nosotros mismos, tendremos que intercambiar algo (trabajo, productos o servicios) que otras personas deseen, con lo cual, buscando nuestro beneficio individual, nos enriqueceremos todos.
Pero creo que no todo es riqueza económica. Creo en un determinado papel para el Estado.
Veamos, ya expliqué en un post anterior que estoy a favor de la educación pública y de la sanidad pública, aunque no me gusta nada que se interpreten como derechos que tenemos por la cara bonita, o como corporizaciones de una supuesta justicia social, sino como una inversión de la sociedad, o como una muestra de humanitarismo posible gracias a los impuestos que pagan millones de personas. Creo que así los valoraríamos más y dejaríamos de ser unos señoritos insatisfechos. Pero hay varias cosas que me parecen mal: que haya personas que tengan que pagar dos veces por un servicio (todas aquellas personas que pagan con sus impuestos la sanidad y la educación públicas, y sin embargo después usan medicina o educación privadas), que los políticos usen el enorme poder de decidir sobre nuestra salud y nuestra educación en su propio beneficio, o de un modo arbitrario, o limitando nuestras libertades, y que por tratarse de dinero público, se derroche sin control. Para cada uno de esos temas, creo que se podrían establecer mejoras:
1- La instauración de un cheque sanitario y de un cheque escolar. ¿En qué consisten?. Pues el cheque escolar consistiría en calcular el número de niños y adolescentes en edad escolar obligatoria, y darles a sus padres un cheque por niño que cubriera la totalidad de los gastos de escolarización si los padres escogen la escuela pública, y una parte de ella si eligen la educación privada o concertada. Así se evitaría que determinados padres no recibieran ninguna ventaja de los impuestos que pagan, y por otro lado se le quitaría el poder a los políticos y se le devolvería a los padres, que podrían decidir por ellos mismos qué educación desean para sus hijos, y también elevaría el nivel de calidad de los centros educativos, que dependerían menos de las subvenciones dadas directamente por los políticos, y más de la satisfacción de los padres con la educación que reciban sus hijos. Sería más viable la creación de centros privados de enseñanza, de distintas tendencias ideológicas o pedagógicas, con lo que habría una pluralidad mayor de ofertas educativas, y todo ello garantizando a todos los niños y adolescentes la educación gratuita para los que eligan la educación pública.
2- Gestión privada de los servicios públicos.
Por regla general, los criterios de la empresa privada son mucho más exigentes que los de la empresa pública, y derrochan menos dinero. Además, una gestión privada (o una gestión pública con sistemas análogos a los de la empresa privada, y con auditorías independientes) dificultaría los politiqueos internos. El sistema sería que la administración fijaría unos objetivos a cumplir, y falicitaría un determinado presupuesto. Pero serían empresas privadas las que gestionaran los recursos. Obviamente, este sistema también tiene sus desventajas, pero en general ha dado buenos resultados cuando se han aplicado a la sanidad española.
(Para una visión desde dentro de cómo funciona la sanidad pública española, puedes visitar por ejemplo
http://drgandolfi.wordpress.com/, el diario de un médico que está harto, y para una visión crítica y liberal del estado de la universidad pública de "este país",
http://unnombrealazar.blogspot.com/.)
Y, desde mi punto de vista, el mayor problema de la economía de mercado en España, y el tema para el que más útil debería ser el Estado, es el de la natalidad. España apenas ayuda a las parejas o mujeres que deciden tener hijos, y eso a mi me preocupa porque me preocupa el futuro de "este país". Tener hijos es una tarea difícil, admirable, y fundamental para toda la sociedad. Por lo tanto, ahí sí que veo justificado el gasto público y los servicios públicos. Muchas guarderías públicas gratuítas, exenciones fiscales, ayudas económicas directas, lucha legal contra los despidos (o las no renovaciones de contrato) por razón de embarazo, salarios sociales para las madres que decidan quedarse en casa para cuidar a sus hijos, descuentos en los transportes públicos, apoyo decidido a las familias numerosas, etc.
Bueno, esta entrada se está haciendo interminable, y por ahora no se me ocurre nada más que decir. Carmen, espero que te haya gustado la entrada. Yo no soy ningún monstruo inhumano. Si defiendo la libertad de mercado es porque funciona, y porque nos permite la libertad individual (en cuanto dependemos del Estado, somos menores de edad perpétuos, y estamos sujetos a la arbitrariedad ajena). Pero tampoco me gusta la ley de la selva. Pienso que el poder judicial y las inspecciones del Estado deben limitar los excesos y abusos, pero desde mi punto de vista el monstruo más grande y más descontrolado no es una empresa, que al fin y al cabo no puede obligarte ni a trabajar para ella ni a comprar sus productos, sino el Estado ilimitado. La democracia liberal es la mejor forma que ha encontrado el ser humano a lo largo de su historia para convivir en libertad, prosperidad y justicia, y aún con sus defectos, es infinitamente mejor y más justa que los regímenes socialistas. Esa es mi modesta opinión.
Vale.